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LA LITERATURA Y LOS PUEBLOS Sara Vanégas Coveña
Con frecuencia nos preguntamos: ¿Para qué
sirve la poesía? ¿Para qué sirve la literatura?
¿Para qué, las humanidades? Y es que, si en épocas anteriores la LITERATURA -así, con mayúsculas- era la gran justificadora de la vida (Aristóteles la consideraba "más científica y seria que la Historia, porque la poesía tiende a dar verdades generales mientras la Historia da hechos particulares"), hoy, por el contrario, en un mundo tan vertiginosamente mutante, tan metalizado y hostil a los valores humanos, con una marcada tendencia a la "pereza intelectual", a "no pensar, no criticar, no reaccionar" (José Saramago), es ella la que requiere ser justificada. (Ciertamente estamos hablando de la Literatura en su forma tradicional y específica, dejando de lado, por el momento, teorías actuales que coinciden en determinar el carácter literario de muchas otras manifestaciones del espíritu humano, como son los textos históricos, las expresiones lingüísticas de los pacientes en el psicoanálisis, y aun construcciones no puramente lingüísticas -sistemas de relaciones sociales, estructuras míticas, etc.-; las mismas que pueden ser mejor interpretadas a la luz de ciertas lógicas de expresión y convenciones discursivas provenientes de la Literatura. Hecho que confirma, por otro lado, la intuición de que no solo los literatos, sino toda mente humana opera "literariamente", aun sin saberlo. ¿Acaso no escuchamos siempre que de poetas y locos todos tenemos un poco?) Se ha dicho, entonces, que la Literatura es "un lugar de encuentro atemporal de dos almas sensibles y afines: la del creador y la del lector" (Charles du Bos), postulado que releva el carácter eminentemente apelativo, dialógico de esta ciencia-arte. También se la considera como un espacio lúdico,
ante todo. Pues, si pensamos en las diferentes imágenes que utiliza,
en las metáforas, verbigracia, al llamar "casa de los pájaros"
al viento, "bostezo de la tierra" a la caverna, o "luna
de pergamino" a la pandereta, ¿no se requiere un cierto
ejercicio mental de adivinación para captarlas y gozarlas plenamente?
Pensemos, por otro lado, en la poesía concreta o visual, aquella
que al vaciar las palabras de sus significados, intenta construir un
arte universal –como la plástica-, pues al trabajar con todo
tipo de pictogramas se facilita su traducción a las diferentes
lenguas … Así mismo, hay quienes entienden la literatura como el lugar privilegiado para la evasión -sí, una especie de droga elegante-: como "el mejor corcel para escapar de la vida" (Gustave Flaubert), el vehículo ideal para soñar despiertos, para vivir las aventuras que siempre imaginamos, pero en una realidad diferente a la cotidiana; porque ella nos permite asomarnos a otras dimensiones vitales (como nos lo enseñan las historias de Julio Cortázar, por tomar un solo y bello ejemplo). Desde otro ángulo de percepción, la Literatura puede constituirse en catarsis y aun en terapia. Y entonces se sitúa muy cerca del psicoanálisis: Cuántas veces el lector descubre en las obras casos y personajes con los que identificarse, y logra así entender mejor sus propios conflictos. (No olvidemos, en este sentido, que los conceptos claves del psicoanálisis provienen, precisamente, de la Literatura: complejo de Edipo, narcisismo, complejo de Electra ... Y tantos arquetipos: Fausto, Don Quijote, Hamlet, Julieta …) No faltan tampoco quienes se sirven de la literatura como instrumento idóneo para la difusión de sus ideas: la Literatura como arma de denuncia y de combate (B. Brecht, J. P. Sartre, Nicanor Parra, Jorge Icaza…). Y no en último término, la literatura es un lazo de unión visible entre los individuos y entre los pueblos. Y esto quizá sea lo más importante; sobre todo en una época de tan alto desarrollo tecnológico como la actual que, sin embargo, sabemos, ha fomentado la incomunicación. En este punto me gustaría referirles una anécdota: Pues bien, yo estoy convencida de que, así como los estudiantes afianzaron sus relaciones a través de la palabra, de la literatura, lo mismo puede suceder, y de hecho sucede, con los ciudadanos de los diferentes países. Y es que en estos días de globalización y predominio de la cibernética, la literatura se ha vuelto más universal todavía, vuela sobre todas las fronteras como ave de libertad, sin restricción alguna. ¿Quién no conoce algo de Neruda, de Grass,
de Saramago, de Mistral, Yourcenar, García Márquez, Vargas
Llosa o Carrera Andrade, por citar solo esos nombres? Sí, la literatura está en todas partes,
permitiendo que a través de ella, unos pueblos participen de
la sensibilidad de los otros, de sus avances y vacilaciones, de sus
victorias y sus esperanzas… Y se reconozcan en los otros. Y sufran y
se alegren con ellos. Y ahora, para terminar estas líneas, afino mi pregunta: Entre los lectores de este artículo, ¿quién no recuerda algún verso, alguna frase de su obra o autor preferido? Si alguien se atreviera a responder, que lance la primera piedra…
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